El 5 de febrero de 2022, ocho personas llegaron baleadas a la urgencia del Hospital El Pino, en San Bernardo. Nunca se supo qué fue lo que ocurrió. Las víctimas, casi todas jóvenes, venían de la villa Cordillera de Los Andes. Allí y solo hace minutos, dos bandas se habían disputado la calle a tiros. 

El Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos (CIP) de la Universidad Diego Portales documentó cada capa de esta historia: una de drogas, plomo y sangre… una, más bien, de abandono en un barrio donde todo ha fallado.  

Capítulo 1: Ocho baleados 

Eran pasadas las 10 de la noche del sábado 5 de febrero de 2022. En un lapso de pocas horas, y como nunca había ocurrido, la urgencia del Hospital El Pino en San Bernardo se llenó de personas baleadas. Fueron ocho en total. Dos de ellas murieron. Fue una noche de terror que en su origen remite al mismo hecho: una disputa por territorio y drogas con dos menores de edad como protagonistas.

Capítulo 2: Antonio y Nicolás 

Aunque debe probarlo en tribunales, para la Fiscalía el autor del disparo que le dio muerte a Nicolás habría sido Antonio. La víctima y el presunto victimario tienen mucho en común. Y no solo porque ambos son menores de edad y crecieron en el mismo barrio, uno difícil. También porque los dos se criaron con sus abuelas y en medio de familias vinculadas al delito.    

Capítulo 3: Erradicados 

La villa Cordillera de Los Andes, donde crecieron Antonio y Nicolás, es el conjunto de viviendas sociales más grande de Chile. Está conformado por cientos de blocs y más de 3.200 departamentos de menos de 50 m2 cada uno. Fue inaugurado en 1997 y allí llegaron cientos de familias erradicadas desde campamentos de otras comunas de la capital. Poco después de ser entregados, los departamentos se inundaron. Como si fuese un presagio de lo que ocurriría después, las cosas allí nunca terminaron de funcionar.  

Capítulo 4: Los menores 

La oleada de baleados que llegó al Hospital El Pino sorprendió a sus funcionarios. Reconocen que el hecho marcó un antes y un después, aunque aseguran que la cantidad de heridos con arma de fuego que reciben ha crecido notoriamente. “Solo se muere quien se olvida”, se canta en el velorio de Nicolás. Sus amigos juran venganza. Antonio está escondido y su madre, Elizabeth, se ve obligada a escapar de la población.  

Capítulo 5: Testigo protegido 

Declaraciones de testigos permiten ir armando el puzle de lo que sucedió el 5 de febrero. Esa noche hubo cinco balaceras asociadas a la misma trama. Un testigo bajo reserva asegura que a Nicolás le dispararon desde un auto. Antonio iba armado y sentado en la ventana del asiento trasero. ¿La razón de los disparos? Una pelea por el control de un punto de venta de droga, según ese testigo. Esta historia tiene una precuela: los menores comenzaron a disputarse la calle cuando los líderes de dos antiguas bandas cayeron en prisión.  

Capítulo 6: Control de identidad 

Antonio le dice a su familia que quiere entregarse, pero no lo hace. Lleva siete meses prófugo. No es la cárcel, no es la muerte. A lo que Antonio le teme es a los fantasmas.